Una lección sobre conocer al otro antes de juzgarlo.
El señor Peabody era un granjero criador de cerdos, pero también un zoquete, un merluzo, un melón, un memo, un berzotas, un idiota, un tonto del bote, un cabeza hueca y otro montón de cosas igual de malas. Aun así llegó a ser rey de Inglaterra, no sin antes aprender bastantes cosas que le hicieron ser un poquito menos zoquete, merluzo, melón, memo...
Escrito por: Sopa de Sapo Librería Infantil - Haur Liburudenda
El escritor madrileño Rafael Salmerón nos trae un libro que huele a té negro, a fish and chips, o a ese delicioso bacon que solamente sirven en el Palacio de
Buckingham.
"De cómo el señor Peabody llegó a ser rey de
Inglaterra" relata
las andanzas de un granjero que vive con su mujer y una pequeña jungla de
animales. Todo el pueblo lo consideraba un zoquete y un merluzo, aunque
también reconocen que es un hombre honrado y trabajador. Si
queremos buscar otros referentes británicos, se le podría describir como una
mezcla entre Mr. Bean y el granjero de "Babe, el cerdito valiente”.
En cualquier caso, sus esfuerzos por frenar la construcción
de una autopista que atraviesa el estanque de sus cerdos lo llevarán a
embarcarse en una aventura disparatada en la capital londinense, donde se verá involucrado
con el MI6, el ministro de Transportes e incluso la Corona.
Esta odisea transformará su visión conservadora (y bastante retrograda)
del mundo, ofreciéndole una valiosa lección sobre los prejuicios: "Ideas como que los ingleses era gente honrada y de fiar, o que
los inmigrantes y extranjeros no eran ni lo uno ni lo otro, se mezclaban en una
especie de masas difusa e inconsistente, más parecida a un puré de guisantes que a una fe inquebrantable”.
Rafael Salmerón ha imaginado una trama que quizá no sea demasiado
realista, pero que responde a esa Inglaterra romántica y humorística que todos
guardamos en nuestro imaginario.
"Esta historia, y sobre todo, el personaje del señor Peabody, surgió de los cuentos que le contaba a mi hija Lucía
a la hora del baño, cuando era pequeña", reconoce el propio autor en el epílogo del libro.
La novela, recomendada a partir de los 10 años, está acompañada por los acertados dibujos de Emilio Urberuaga
(Premio Nacional de Ilustración 2011), que nos ayuda a imaginar a sus
pintorescos personajes.
Juntos nos brindan una lectura divertida y muy placentera.
Cuando uno acabe el libro le quedará un regusto a felicidad, ¡que no es poco!
Naia Hernández, Sopa de Sapo
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